sábado, 6 de febrero de 2010

LA NOVELÍSTICA DE TRANSLAMBAYECANIDAD DE MARIO GASTELO MUNDACA - Por Nicolás Hidrogo Navarro‏

CONGLOMERADO CULTURAL



LA NOVELÍSTICA DE TRANSLAMBAYECANIDAD DE MARIO GASTELO MUNDACA

Por Nicolás Hidrogo Navarro

Lo que pasa con la novelística lambayecana actualmente es un asunto curioso. Desde hace unos tres lustros en la escena novelística lambayecana los nombres de Andrés Díaz Núñez, Gilberto Maxe Suxe y Bruno Buendía Sialer son por así decirlo una trilogía solitaria. Los dos primeros son cajamarquinos y sólo este último es lambayecano –aunque de nacimiento casual Miraflorino, pero lambayecano al fin-. No es que se hayan extinguido los novelistas, sino que en la región Lambayeque casi nunca existieron. En el siglo pasado, las figuras solitarias de Enrique López Albújar, Carlos Camino Calderón y Mario Puga Imaña, hicieron la diferencia y la excepción de no quedarnos huérfanos de novelistas. A diferencia de los cuentistas, que lo hay por decenas y poetas los más aún, -aunque poco difundidos en trabajos impresos- en los novelistas dos o tres novelas salvan a Lambayeque en el siglo XX de la orfandad novelística: “Matalaché” de Enrique López Albújar, “Puerto Cholo” de Mario Puga Imaña y “El daño” de Carlos Camino Calderón. Novelas epónimas, a excepción de la primera, centra en su escenario literario en Lambayeque.

Siempre he considerado que la ausencia de novelistas en la región Lambayeque, no se debe a que no existan historias qué contar, muy por el contrario, sino que la novela es un trabajo cerebral de más alto calibre y de largo aliento y demanda de un cierto conocimiento consciente –o por lo menos lecturas más profundas de novelas clásicas y de alto valor agregado estructural- de técnicas narrativas y un trabajo más tenaz, laborioso y de equilibrio entre técnica, historia, suspenso, argumentación, situación que no lo tiene la poesía –sé que muchos poetas levantarán polvareda, porque a veces se le dice que la poesía moderna es algo más emocional y sensorial , intuitivo, caótico; y, la narrativa algo más cerebral, lógico, estructurarado y complejo- .

Dentro de otra óptica de explicación de porqué pocos novelistas en Lambayeque estaría la falta de un mercado cautivo de lectores, las escasas ventas que no justificaría las fuertes inversiones en los tirajes novelísticos, la falta de una cultura de lectores de novelas de largo aliento, la ausencia de instituciones que promuevan concursos literarios de novelas, la ausencia de entidades formativas que promuevan el estudio y animación al surgimiento de novelistas. Aparte de los autores mencionados conozco unos cuatro autores más que al darme sus trabajos en borradores para leerles y darles una opinión, sé que escriben y que hay novelistas en potencia en el anonimato, pero que lamentablemente no publican por el alto costo de inversión previsiblemente irrecuperable.

En esta ocasión retrotrayendo todas sus historias y nostalgias andinas Mario Gastelo Mundaca, nos presenta tres novelas distintas agrupadas bajo una denominación general “El trianto real”: “Cantares de Alcanjorria”, “El poeta de lejanías opuestas” y “La dimensión del semejante”.

De noble y larga inspiración juvenil, estas novelas han soportado los reajustes y reacomodos del añejamiento del tiempo para convertirse en novelas con un lenguaje, un correlato y una argumentación andina, teniendo a la naturaleza serrana como escenarios y locaciones a los propios árboles de eucaliptos y los ventrudos cerros grisáceos y arrabales sin fin. Historias que hablan del mundo andino, los problemas de sus gentes, la descripción toponímica de sus paisajes como prioridad de novelas ambientadas ecológicamente y que demuestran una serena quietud y equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Importan en estas novelas hacer gala descriptiva y toponímica del ambiente junto a los conflictos socio-emocionales de sus personajes, que no son otra cosa que el perfecto pretexto para darle a la novela los diálogos que nutran los argumentos.

En “Cantares de Alcanjorria” aparece la historia andina del personaje autobiografiado que se desarraiga de su terruño serrano, producto de la migración se la sierra a la costa y sufre ese contacto social de exclusión y de difícil inserción, pero que finalmente sobreponiéndose a los avatares de los rechazo y marginaciones se impone para alcanzar el éxito. Es el típico drama que busca el anhelando desarrollo y que como un símbolo la ciudad jala como imán a los selváticos y serranos del Perú profundo para encontrar “la tierra no prometida”. Alterando los topónimos lexemáticos de los escenarios literarios, nos damos cuenta fácilmente que representa la costa y lugares conocidos como Chiclayo.

En “El poeta de las lejanías opuestas” se narra el peregrinaje de un escritor que baja de “su altura” para llegar a la costa. Con cartas y recomendaciones y con muchas ansias de triunfo de vuelco e irrupción en la ciudad, está preñado de peripecias y adversidades que ponen a prueba no solamente la pasión literaria, sino su resiliencia y su capacidad de soportabilidad de todas los sinos, contras y adversidades que es natural que un escritor novel encontrará en esta jungla mayor que es la ciudad.

En “La dimensión semejante”, es un potente flash back que transporta al protagonista a la infancia para encontrar las preguntas inocentes y elementales que hay en esta periodo etáreo. Luego al retornar al presente se enfrenta a la realidad del viajero que retorna al camino para llegar a la ciudad y encontrar fama, amor y trabajo.

La novelística de Mario Gastelo revela un constante movimiento migratorio no sólo de su personajes, sino el fluir mismo de la narración se le equipara y da la sensación que en las tres novelas hay un trasvase emocional andino hacia las ciudades costeras en búsqueda de oportunidades de éxito. Esta constante típica también aparece en la obra de su coterráneo Andrés Díaz Núñez. Son novelas que cuentan la historia migratoria de sus personajes hacia la ciudad, con todas sus peripecias, sus anhelos, frustraciones y con algunos insalvables triunfos. Sociológicamente, son novelas que explican la cosmovisión andina, el sincretismo que vive un escritor -o cualquier labriego o estudiante emocionado que deja su tierra, su familia y sus recuerdos para bajar a la ciudad-, y, que, habiendo nacido en Licupis o Chames, no saben si sentirse licupisinos, chamesinos o lambayecanos: no hay disputa regional, ellos no son autores ni de literatura regional cajamarquina o literatura lambayecana, porque los escritores nacen en un lugar, se crían en otro y escriben en otro, un escritor es del mundo y de ningún lugar en particular a la hora de ser valorado estética y literariamente.
Lambayeque, febrero 06 de 2010

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