jueves, 15 de octubre de 2009

EL TUTOR Y SU IMPORTANCIA EN LA FORMACIÓN INTEGRAL DEL ESTUDIANTE


En un mundo cada vez más peligroso y violento, los niños y jóvenes están expuestos a mayores riesgos y peligros. Los padres, a su vez, sienten que sus ocupaciones laborales los agobian destinando menos tiempo a observar cómo se van desarrollando sus hijos y como van formando su personalidad, sus valores, sus talentos... Los problemas se presentan tanto en los centros de enseñanza públicos como privados; algunos de ellos cuentan con más recursos personales y materiales para implementar un servicio de orientación y tutoría, pero en otros las limitaciones de estos recursos son evidentes.

El diseño curricular asigna una hora en la carga horaria semanal para la orientación y tutoría. Es indudable que trabajar temas tan complejos que se relacionan con la formación y creación de hábitos de vida y de estudio de los estudiantes en una hora semanal es muy difícil. Por esta razón, estos amp`lios temas deberían trabajarse transversalmente sacándole provecho a toda actividad que en cualquier área de formación lo permita.

En otras palabras, hay que cumplir con una de las finalidades inseparables de toda función docente: hacer efectivo su rol de orientador; rol que tiene diferencias con el de tutor. Como orientador, el profesor debe apoyar la construcción de los distintos itinerarios de las personas y las opciones que han de tomar respecto a caminos alternativos. En cambio, el rol del tutor es más concreto: responde a la necesidad de educar personas concretas, particulares, individuales, con problemas singulares y con motivaciones y características distintas una a otra. La tutoría supone un acompañamiento al conjunto de alumnos de una clase y a la vez a cada uno de ellos en particular.

Perfil de un tutor

Todo profesor es por naturaleza orientador, pero no todo profesor reúne las características que lo lleven al ejercicio de la tutoría. Se requiere un perfil especial que combine varios requisitos: entre los más importantes están:

1. Disponer de tiempo para realizar su función. La tutoría demanda muchas veces más horas que las que obliga la jornada laboral, o cumplir esta en un horario extra. El profesor que asuma el cargo de tutor debe ser consciente de la responsabilidad que asume.

2. Aceptación voluntaria del cargo. El ejercicio de la función de tutor no puede ser impuesto. Nadie hace las cosas bien cuando es obligado; lo terminará haciendo a desgano, lo que se reflejará en el impacto que puede tener el servicio en apoyo de sus estudiantes.

3. Coherencia personal. La tarea de orientación se asocia fuertemente a la trasmisión de valores, pautas de conducta, respeto de los demás. Para que el tutor pueda trasmitir estas actitudes tiene que pregonar con el ejemplo.

4. Carisma. El tutor debe trasmitir confianza; su modo de actuar debe facilitar el establecimiento de relaciones cordiales y fluidas. Por tanto, no debe ser ni "el malo de la película", el excesivamente riguroso y a quien todos le temen; pero tampoco aquel que su carácter permite que los estudiantes se excedan llegando incluso a muestras de falta de respeto.

5. Capacidad de comunicación. La predisposición al diálogo, a establecer vínculos, a inducir a la conversación de aquellos estudiantes que son tímidos o desconfiados debe ser una cualidad de todo tutor. No hay posibilidad de ayudar a un estudiante con problemas sin comunicación. Además, la motivación del alumno la logra el tutor esencialmente a partir de tres condiciones: identificar qué es lo que el alumno hace mejor, saber qué es lo que más le gusta y saber quiénes son sus amigos. Nuevamente, ayudarlo a descubrir esas cualidades se logra a través de la comunicación.

6. Intuición psicológica. El profesor no es psicólogo, pero la prevención, el anticiparse, el ir descubriendo cuándo un estudiante está atravesando por un problema es parte de la habilidad que todo tutor debe de poseer. La observación permanente de las conductas y desempeños de cada uno de los estudiantes es una valiosa ayuda en este objetivo.

7. Saber escuchar. Otra cualidad fundamental es la capacidad para ser receptivo y ponerse en el lugar del estudiante frente a una situación difícil . Ciertamente que no se trata de ocultar actos de indisciplina o dejadez del estudiante, pues son conductas que deben ser corregidas. La referencia va a que se dan situaciones en las que el bajo rendimiento, la desatención, el poco interés por estudiar puede deberse a problemas serios que enfrenta en su hogar o en las propias relaciones con sus compañeros al interior del colegio.

8. Confidencialidad. La simple capacidad de establecer una conversación con el estudiante no basta. La seriedad en el establecimiento de relaciones es clave. Esa seriedad debe expresarse en la reserva de información de aquello que el estudiante le va contando al profesor. Si un alumno se entera que una situación muy personal es contada por su tutor a otra u otras personas, se habrá perdido la confianza y se dejará de creer en el tutor. Cuando se produzca un hecho que el psicólogo o una autoridad superior de la institución educativa debe conocerlo, entonces el tutor lo conversará previamente con el estudiante y le hará comprender que la información entregada a un tercero únicamente tiene el propósito de ayudarlo a superar un problema.

9. Trabajo a tiempo completo. Una jornada laboral a jornada completa es no solo deseable sino indispensable para el ejercicio de la función de tutor. El tutor tiene que vivir plenamente el clima de trabajo del estudiante y del colegio en general; conocer las limitaciones de este clima, colaborar con la dirección de la institución a tratar de superarlos. Además, un trabajo a jornada completa tiene una ventaja: facilita compartir experiencias de ejercicio de la función con otros tutores. Hay problemas que pueden resultar comunes y entre tutores pueden ayudarse y recomendar medidas de trabajo a otros profesores y a la dirección del colegio. Por otro lado el intercambio de experiencias es una actividad pedagógica muy enriquecedora.

10. Predisposición a seguir aprendiendo, capacitarse. Las mutaciones sociales, la revolución tecnológica, la globalización son, entre otras, variables que influyen en el enfrentamiento de nuevas conductas y riesgos sociales. Así como las normas de convivencia tienen que actualizarse periódicamente, también deben hacerlo las estrategias de trabajo de los tutores. Una forma de hacerlo es proveyéndoles capacitación, materiales autoinstructivos y fomentando en intercambio de ideas sobre temas que incumben a la formación integral del estudiante.

Como se ha señalado en párrafo precedente, para organizar el servicio de tutoría se presentan algunas facilidades pero también algunas dificultades. Entre las primeras está la voluntad de muchos profesores de asumir tal responsabilidad, su compromiso e identificación con el colegio y el deseo de apoyar un proceso de formación integral del estudiante. Algunos colegios privados ofrecen a quienes ejercen la tutoría una bonificación por las horas extra dedicadas; otros les exoneran de un determinado número de horas de clase. Además, en la mayor parte de ellos hay un psicólogo que complementa y apoya el trabajo de los tutores. Cuando no lo existe por problemas presupuestarios se puede contratar practicantes o recurrir a jóvenes que trabajan en grupos como las pastorales. No hay que olvidar que el mejor amigo de un joven es otro joven.

La situación en la escuela pública es más complicada pues el Ministerio de Economía y Finanzas calcula la remuneración del profesor en función del número de horas de clase efectivamente dictadas. Es por ello que pocos profesores quieren ejercer la función de tutoría, no obstante que en la escuela pública hay quizá una mayor necesidad de su implementación. Además, el cargo de psicólogo va desapareciendo en la escuela pública siendo una necesidad.

Si se quiere que la tutoría cumpla sus finalidades los problemas de carga horaria, de reconocimiento por la labor adicional que el tutor cumple y de apoyo de un profesional psicólogo deberían solucionarse.

¿Qué funciones debe realizar un tutor?

Entre las principales podemos destacar las siguientes:

1. Liderazgo. Ser la cabeza de todo lo que sucede en el aula y responsable por la ejecución de las directivas y decisiones impartidas.

2. Orientar el desarrollo personal de cada estudiante. Valorar al estudiante tal como es; en sus posibilidades y limitaciones. Utilizar a algunos de ellos para estimular o fortalecer el desarrollo personal de cada escolar.

3. Representar la sección. Ser el vínculo que la simboliza. Forjar el aula como una unidad educativa, planificando con los alumnos y los otros profesores de la sección -cuando los haya- las actividades del año. Presentar los informes correspondientes a la dirección del colegio.

4. Coordinación. Con otros profesores de la sección a su cargo en temas relacionados con:
· La información que tienen acerca de los diversos alumnos;
· La programación y evaluación general de actividades de la sección;
· El ajuste de las programaciones al grupo de alumnos, especialmente en lo referente a las respuestas educativas a las necesidades especiales y/o de apoyo;
· La identificación del interés del alumno por determinados aspectos de la vida o el trabajo para estimular su deseo de aprender y comportarse correctamente, así como para que pueda conseguir éxitos.
5. Tener a cargo la hora de tutoría. Algunos, aunque pocos colegios que trabajan en horarios mayores que los de la jornada oficial de las escuelas públicas dedican más de una hora a está área formativa.
6. Comunicarse. Establecer enlace con los padres de familia, alumnos, colegas, directivos y otros,
7. Opinar. Tener presencia y voz en cualquier asunto que compete a disciplina, rendimiento, sanciones o actividades que involucren a la sección a su cargo.
8. Aportar. Contribuir a desarrollar líneas comunes con los demás tutores en el marco del proyecto curricular.

FUENTE: EDUCARED

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